domingo, 11 de mayo de 2008

Juan Carlos Dávila: anclado en nuestra historia y vidas

Sólo el olvido es muerte. La vida de Juan Carlos, es un espejo en el cual todos nos podemos ver.

Mi ausencia me duele por no haber podido entregarle mi cariño y el reconocimiento como revolucionario. Siento que he perdido la posibilidad de compartir su humanidad, sensibilidad, sus tristezas y risas, nostalgias, y también, el desamor por esta vida, circunscrita a los dogmas despiadados de la injusticia y la bárbara deshumanidad.

Cómo incomprender la profundidad de su existencia. Tenemos raíces comunes. Nos identificamos, nos olemos, nos reconocemos. Juan Carlos hizo sus ideas y deseos libertarios y de justicia, su opción de vida. Sin condicionamientos él estaba con los débiles, marginales, prisioneros y pobres. Compartió con ellos como derrotero gallardo, valiente, lleno de ideas, creatividad e impaciencias. También, en la miseria de despeñaderos y calles, en el desaliento y, en su eterna rebeldía de todas formas y a cualquier monto.

Todas sus dimensiones lo hicieron digno y humano. Vivía sus contradicciones a fondo y en esos abismos descarnados, quería olvidarse y fundir el padecer de ser. Sé que existir duele. Quema el hígado, la garganta y ojos. Abofetea cada centímetro de vida con sus vahos de alcohol, nicotina y los tintes añejos del tiempo.

Es posible que al no ser y no estar, haya encontrado algo de su búsqueda permanente y, la tranquilidad del fin.

Águeda Sáez Fick

(Lo siento compañero, tu ausencia me lagrimea por la nariz)

HAY GOLPES EN LA VIDA, TAN FUERTES QUE...YO NO SÉ...!!

C. Vallejos

Hay golpes en la vida, tan fuertes… Yo no sé!
Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos,
la resaca de todo lo sufrido
se empozara en el alma… Yo no sé!

Son pocos; pero son… Abren zanjas oscuras
en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte.
Serán tal vez los potros de bárbaros atilas;
o los heraldos negros que nos manda la Muerte.

Son las caídas hondas de los Cristos del alma,
de alguna fe adorable que el Destino blasfema.
Esos golpes sangrientos son las crepitaciones
de algún pan que en la puerta del horno se nos quema

Y el hombre… Pobre… pobre! Vuelve los ojos, como
cuando por sobre el hombro nos llama una palmada;
vuelve los ojos locos, y todo lo vivido
se empoza, como charco de culpa, en la mirada.

Hay golpes en la vida, tan fuertes… Yo no sé!

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