miércoles, 14 de mayo de 2008

Tati: hasta la victoria siempre

Hace unos días recibí un correo en donde un compañero me contaba que había muerto "un tal Dávila", me decía que había sido de la Uned y militante del Mir, que era de Valparaíso. Con todas esas pistas no logré acertar quién era. Jamás me imaginé que era el Tati, nuestro Tati, el de Conce, el de la copa de vino en la casa del callejón Puchacay, en ese segundo piso en donde la pobreza se disimulaba con conversaciones llenas de esperanzas, de poesía, de canciones y de acuerdos para enfrentar ese crudo presente. Ese segundo piso que albergó a tantos y tantas que quisieran salirle al camino a la injusticia, al terror y a la desesperanza que poblaba nuestro territorio, en donde, sin temor a resultar ampuloso, nos dimos cita un puñado de muchachos con mucho miedo que hoy día podemos jactarnos de haber "combatido" contra la dictadura. Allí estuvo el Tati -bautizado así por el siempre ingenioso y discurrido Jorge Ambiado- sentado en un rincón, opinando, comprometiéndose, discutiendo, sumándose, en fin... viviendo su vida con nuestras vidas.

He leído el hermoso correo de Paulina y el Tati me ha vuelto a regalar la hermosura de Paulina, de esa niña que recién se sacaba su jumper liceano y se calzaba sus bototos y sus jeanes de muchacha rebelde.

Paulina lo describe bien, el Tati siempre fue así: impredesible, rebelde, digno, luchador, humano, porfiado, decidido, borracho, irreverente, inteligente, amoroso, querible. Ese fue el Tati que yo conocí, al que siempre he recordado, el que yo me he regalado para pasar por esta vida sintiendo que nuestras vidas han sido un problema y una dificultad para aquellos que creen que pueden establecer sus dominios de la injusticia y la barbarie sin contrapeso. El Tati fue parte de ese ejército de románticos que, muchas veces, a falta de balas, disparó un verso o regaló una flor.

Tati querido, te mando el abrazo que no te pude dar. Te mando el beso que me faltó en tu mejilla joven y rebelde.

Hoy, cuando ya estoy irremediablemente viejo, el recuerdo de tu juventud irrenunciablemente rebelde me trae la nostalgia de haber caminado por el camino correcto.

Aunque suene un poquito ortodoxo: Tati, hasta la victoria, siempre.

Jorge Romero

No hay comentarios: